
El film, inspirado en un manga coreano bastante popular, ofrece duelos de kung fu sobre un tren de vampiros que recorre el desierto apocalíptico a toda pastilla, poblados luminosos de western y una ciudad catedral en permanente penumbra e influencia cyberpunk, como esas motos molonas que exhiben los guerreros protagonistas, que sin embargo están bien dibujados y definidos en su simpleza arquetípica, que dota de singular fuerza y belleza a esas escenas de acción espectaculares e inverosímiles.
Aparecen brevemente por la aventura actores que ya han incurrido en el universo vampírico (con llamativas variantes menos scifi) como el chupasangres protagonista de la teleserie TRUE BLOOD, el vampiro maloso de CREPUSCULO, Madchen Amik, que hace ya varios lustros se enfrentó a los depredadores elementales y edípicos de SONAMBULOS, o el gran Christopher Plummer, que interpretó al Van Helsing de DRACULA 2001 hace una década.
Bettany y Maggie Q (la nueva NIKITA televisiva) aportan singular carisma a un producto superficial pero rabiosamente entretenido y Karl Urban compone otro de sus personajes por los que será recordado como un habitual del cine épico de fantasía y serie B de las primeras décadas de este siglo desde que se dio a conocer en EL SEÑOR DE LOS ANILLOS: LAS DOS TORRES. ¿Para cuando un film de Fantasía heroica con los habituales del revival del género, como Ron Perlman, Sean Bean y Karl Urban, acompañados de, por ejemplo, Rohna Mitra?
De momento, el final abierto de EL SICARIO DE DIOS se plantea para favorecer un posible continuación que se complementa con un nuevo cómic (ya americano aunque con la colaboración de Tokyopop) que le sirve de precuela.
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