

Una de las películas más agradables que recuerdo, comedia ligera y clásica, muy bien hecha e interpretada, es “Mucho ruido y pocas nueces”, de Branagh, de finales de los 90, que recuperó para el cine actual las obras imperecederas de Shakespeare.
Hollywood le ha encargado esta vez a este director británico, la translación a pantalla de otro clásico del comic, Thor. Y es curioso, que al igual que me sucedía con los tebeos, me gustan más las hazañas de este dios escandinavo en su reino celestial, Asgaard, que en la Tierra, con una forzada relación sentimental con Natalie Portman (aunque sea ella y esté estupenda, como siempre). Eso sí, Branagh le da cuerpo, tensión teatral y credibilidad a los conflictos de reyes y príncipes, padres e hijos y hermanos contra hermanos, al igual que le da ligereza y vis cómica al grupo de compañeros de aventuras de Thor. Lo poco que recuerdo de los dibujos de Jack Kirby, son sus diseños de trajes-armadura y los rostros de trazos gruesos y contundentes. Y Asgaard, claro, con su Puente del Arco Iris y aquella Ciudad Dorada en las nubes, con las cataratas del fin del mundo cayendo al vacío, fiel a la mitología vikinga.
Thor nunca fue mi favorito, pero llegué a engancharme a sus hazañas. Quizá, como bruto, era preferible Conan y su reino aún más primitivo, aunque los chavales tendíamos a identificarnos bastante más con Peter Parker, siendo o no en sus ratos libres, Spiderman. De todas formas, bailan en mi memoria cuadernillos sueltos de los Vengadores, próximo proyecto de la Marvel como productora de cine, donde contarán con este actor rubiales que encarna a Thor, con Robert Downey Jr. Como Ironman, el Capitán América y Ojo de Halcón, y con Samuel L. Jackson como Nick Furia.
Como me dijo mi mujer al final de esta película, (y no os vayáis antes de que acaben los títulos de crédito), poco aficionada a este cine de efectos especiales, está bien ver de vez en cuando estas películas tan entretenidas. Pero se nota demasiado que la Marvel ha encontrado por fin la gallina de los huevos de oro, y quiere inaugurar sagas colectivas de superhéroes en el cine, con la saturación que esto puede crear.
De todas formas, los efectos digitales han abierto un mundo en el cine moderno. Y no quiero ni imaginar los paisajes cibernéticos que podrían diseñarse para representar La Odisea de Homero, La Divina Comedia de Dante, el Apocalipsis de la Biblia o los libros míticos fundacionales del Hinduismo, o el Libro de los Muertos egipcio.
Se acerca el estreno de X-Men, Orígenes, y por el tráiler y las fotos promocionales, creo entrever la influencia no reconocida de Watchmen en estos mutantes de la Guerra Fría, para mí una de las mejores películas de superhéroes, junto con las dos primeras de Spiderman y las tres clásicas de Superman. (Y “El protegido”, del hoy vilipendiado Shyamalan).
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