
Podría decirse que los europeos quieren hacer el cine americano que los propios americanos ya no hacen, aunque esto no es verdad del todo. Hollywood siempre se nutrió de autores europeos, que con mayor o menor libertad creativa, crearon los mayores clásicos de la historia del cine americano y mundial. Tavernier, al igual que lo fue Truffaut, es un gran entendido en el cine clásico y contemporáneo americano, y esta película toca casi todos los elementos del género negro, aunque le dota de una atmósfera de realismo mágico sureño, por todo aquello que impregna Nueva Orleans, Louisiana, los pantanos, los ecos de la esclavitud de los negros y en general, la mitología popular Confederada.
Tommy Lee Jones, solvente rostro duro, borda el papel de un agente justiciero y a la vez, compasivo, que quiere resolver un crimen del pasado que ha generado retorcidas ramificaciones en el presente, todo ello mezclado con el mundo del cine y los estragos que perduran por el paso del huracán Katrina, que ha sacado a la luz los muertos antiguos.
Homenajea al cine de John Sayles, independiente realizador de frontera, tanto como al puro género, y muestra, a modo de una peculiar memoria histórica de racismo y esclavitud, las podredumbres de una sociedad antigua casi desintegrada. El poder blanco sigue mandando, aliado con psicópatas de medio pelo y mafias de segunda fila, pero su influencia tiene los días contados en el mundo moderno, mestizo y global.
Aunque es una película entretenida, no puedo resistirme a pensar qué hubiese hecho con este material el mejor Werner Herzog, el de Aguirre la Cólera de Dios.
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