
Pese a su sobado e inexacto título castellano, LA SEMILLA DEL MAL, -
THE UNBORN-, transita por caminos convencionales para aportar el mérito de dar luz nueva al cine de exorcismos y posesiones. Con momentos de terror conseguidos y otros más manidos y previsibles, busca el origen de un legado de horror cósmico (ajeno a matices religiosos tradicionales) en las
raices de los experimentos del
nazi Josef Menguele en niños, la conexión perceptiva de los gemelos como puerta física de la propia realidad, el folclore
judio-europeo e incluso la metafísica temporal - como posibles eslabones de un mal del que sólo se intuye una razón definitiva - que se prolonga con un tono ominoso que evoca miedos primigenios a lo largo de toda la historia en clave de un
Lovecraft post-
teen e inteligente.
Visualmente tan atractiva como su protagonista, de una belleza elegante que puede recordar a la serenidad de las actrices orientales, la película me gusta pero podría haber eludido algunas concesiones demasiado habituales en el género para con el espectador y potenciado las virtudes que sin duda posee.
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