
En pocas películas se habla de los viejos, de la sabiduría que da vivir mucho, y de la irremediable muerte. Esta es una película-río-océano. Es excesivamente larga y también, a veces, aburrida, porque en realidad, al personaje principal no le pasa nada extraordinario, sólo vive como todos una existencia normal, con la única diferencia que nace viejo y muere joven. Me gusta más el Pitt anciano que el joven, desde los 80 a los 50 años, su existencia más interesante. Es una persona inocente, pura, que acompaña a personajes muchos más extraordinarios que él, y les ayuda a morir con serenidad, en paz. Es un espectador de la vida que va aprendiendo y madurando por dentro, como todos nosotros, aunque su cuerpo vaya rejuveneciendo, pero esto no es tan importante. New Orleans es otro protagonista de la película a través del siglo XX. Es un paseo por la trayectoria vital de cualquiera, y al final, nisiquiera la muerte de Benjamin Button es relevante, ni la de la narradora, sino el tiempo, la inundación, la amenaza del huracán Katrina que se impone a todas las vidas posibles. Como cortometraje sería fantástico, como reflexión acerca de la volatibilidad de toda existencia (nada quedará de este blog en unos cuantos años, es una película extraordinaria.
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