De crío, Indiana Jones no era mi único héroe. Ir al cine era algo realmente especial, pero la mayoría de las películas las veíamos en televisión, y en esta disfrutaba con las peleas simpáticas entre el beato Don Camilo y el comunista Peppone, reflejo de las dos Italias de la postguerra que aún parecen existir, me reía con las desventuras del gendarme Louis de Funnes y sus astracanadas, con Vittorio de Sica persiguiendo exhuberantes señoras en blanco y negro y una reluciente sonrisa. Con el forzudo Steve Reeves, ya fuera en un peplum o una de Sandokan, con los muchos rostros que encarnaban a héroes mitológicos como los Argonautas y los marinos de Simbad, sin saber quien era el tal Harryhausen al que se le daba tan bien animar monstruos y esqueletos con espadas. Con Sabú volando agarrado a la coleta del gigantesco genio de la lámpara como inspirando al Atreyu de LA HISTORIA INTERMINABLE, las producciones alemanas de las Mil y una Noches y también las americanas de la Republic Pictures que tan descacharrantes y coloridas resultaban.
Peter Ustinov dando grima como decadente romano, divirtiendo como hombre perro de Brooklyn o fantasma pirata de la Disney, incluso calando ironía como Hércules Poirot.
Esa infinidad de orientales émulos de Bruce Lee que se debatían siempre en los mismos conflictos violentos de honor y pelucas ("..mataste a mi maestro, prepárate a morir con mi nuevo y secreto golpe!!..") en películas de Hong Kong. Jean Paul Belmondo y su nariz de boxeador repartiendo golpes con su cínica y triste sonrisa, Alain Delon, mejor en sus aventuras de capa y espada que en los policíacos. Por supuesto, Terence Hill y Bud Spencer, los que más han sobrevivido en las parrillas televisivas, pero también los western y las comedias picantes de Giuliano Gemma y Ornela Mutti, las pelis de monstruos nipones gigantes y sobreactuados, los chuscos melodramas criminales turcos, las coproducciones de Fu Manchú con Christopher Lee, la Hammer, esas peleas imposibles de Waldemar Daninsky con vampiros y yetis, Jorge Negrete cargando con sus canciones en producciones mexicanas de espadachines, Johnny Weismüller y los tarzanes que le siguieron, pero ninguna como aquella su Jane.
Ahora que pienso, si la media sonrisa boba y atractiva de Indy en algunos momentos es algo característica, antes de él una amplia sonrisa de dientes blancos parecía algo común. En Burt Lancaster y sus héroes saltimbanquis y sus westerns, Stewart Granger, Errol Flynn y los mencionados antes, entre otros muchos.
Peter Ustinov dando grima como decadente romano, divirtiendo como hombre perro de Brooklyn o fantasma pirata de la Disney, incluso calando ironía como Hércules Poirot.
Esa infinidad de orientales émulos de Bruce Lee que se debatían siempre en los mismos conflictos violentos de honor y pelucas ("..mataste a mi maestro, prepárate a morir con mi nuevo y secreto golpe!!..") en películas de Hong Kong. Jean Paul Belmondo y su nariz de boxeador repartiendo golpes con su cínica y triste sonrisa, Alain Delon, mejor en sus aventuras de capa y espada que en los policíacos. Por supuesto, Terence Hill y Bud Spencer, los que más han sobrevivido en las parrillas televisivas, pero también los western y las comedias picantes de Giuliano Gemma y Ornela Mutti, las pelis de monstruos nipones gigantes y sobreactuados, los chuscos melodramas criminales turcos, las coproducciones de Fu Manchú con Christopher Lee, la Hammer, esas peleas imposibles de Waldemar Daninsky con vampiros y yetis, Jorge Negrete cargando con sus canciones en producciones mexicanas de espadachines, Johnny Weismüller y los tarzanes que le siguieron, pero ninguna como aquella su Jane.
Ahora que pienso, si la media sonrisa boba y atractiva de Indy en algunos momentos es algo característica, antes de él una amplia sonrisa de dientes blancos parecía algo común. En Burt Lancaster y sus héroes saltimbanquis y sus westerns, Stewart Granger, Errol Flynn y los mencionados antes, entre otros muchos.
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