

La peli funciona - salvo en un tramo final demasiado descafeinado (y eso que no se escatima un gore necesario) y amable con el ánimo del espectador (si hacemos terror, debemos hacerlo hasta el final con todas las consecuencias, con una conclusión equivalente a un martillazo en el cráneo del espectador)- entretiene y divierte, con un ritmo y una combinación de elementos clásicos del género más hábil en mi opinión que en la anterior peli de Isidro Ortiz, SOMNE.
Y eso no es poco, teniendo en cuenta que aquí hay Freaks salvajes, gañanes violentos y una localización montañosa rural acertadísima e imprescindible a la hora de crear el ambiente fantasmagórico donde se mueve el gótico involuntario protagonista.
Con todo, percibo en pelis nacionales del fértil genero fantástico actual un lenguaje cinematográfico demasiado deudor de la televisión, lo que tiene la ventaja de una refrescante falta de pretensiones y el inconveniente de una ausencia de ambición real (como sí tienen el Orfanato o Rec) por arrastrar al público al cine. Es una observación.
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