

Aún no me he repuesto, lo siento. Si alguna vez has leído un poema de Ibn Hazem, sacado de su “El collar de la paloma”, o escuchado los *habibis perdidos en la inmensidad de las emisiones nocturnas de radios marroquíes, música árabe de amores melodramáticos y canciones románticas al albur de odaliscas morenas que con un golpe de ojos perfilados te mandaban al otro mundo de melancolías asesinas, podrás entender lo que subyace, entre otras cosas, en esta película libanesa. Si te sientes sin pudor un poeta conectado a la tierra y a la tradición, como una especie de chamán sensitivo que derrama lágrimas profundas sin poder contenerlas, esta película puede hablarte más allá de lo convencional que pueda ser el argumento.
La directora-protagonista, Nadine Labaki, mujer bellísima, peluquera sin marido pero que como Anna Galiena, te destrozaría con un cruce de piernas.
Cine mediterráneo, conocido por nosotros, como volver a casa después de un largo viaje por el norte de Europa o Estados Unidos, territorio extranjero y lejano. Almodóvar en una peluquería manchega, Andalucía en estado puro, con procesión típica de semana santa incluida. ¿Por qué unos versos populares cantados en árabe mezclado con un chapurreo francés me devuelven a mi casa del sur?
Cristianas y musulmanas libanesas jóvenes que aman y sueñan con libertad, a pesar de todos sus condicionantes sociales. Podría ser una historia italiana, francesa o española, ahora entiendo a la periodista Maruja Torres cuando nos cuenta su enamoramiento de Beirut, ciudad asediada y en guerra, pero donde la vida luminosa siempre triunfa a pesar de la geopolítica y los manejos miserables de los políticos.
Siento que algo hemos perdido por el camino en nuestro intrincado viaje a la modernidad. En este cruce de caminos entre Oriente y Occidente está el origen de todos nosotros, en esta peluquería se sentaron a peinarse nuestras madres, hermanas, novias y abuelas. Película humana e hipnótica (no hay que verla doblada, por favor, el idioma lo es todo) que me hace sentir parte de una misma civilización, la mediterránea, con sus olores, miradas, músicas, religiosidad popular, humor, sensualidad y nostalgia por una cultura de vivir que se está perdiendo en estos pagos.
VOLVER A CASA
Desde que hablo inglés y escucho rock norteamericano como un nuevo bárbaro,
El vikingo que nunca fui, el germánico bravucón, analfabeto de matices,
Que acepta porque sí una imposición cultural solapada y lenta,
Más miro por encima del hombro al árabe, al mediterráneo,
Cada vez más me avergüenzo de la sabiduría popular de mi madre
De sus conversaciones de acera, de las gallinas de mi abuela,
He olvidado las canciones de mi infancia, los ritos de iniciación a la vida
Que confundo con gamberradas etílicas de jóvenes rubios perdidos y sin rumbo.
Deberíamos aprender árabe en la escuela, hebreo, italiano, persa, ser cordón umbilical con los que ahora llamamos enemigos, porque son parte de nosotros, y nosotros de ellos. Estamos perdiendo la identidad con demasiada alegría en una globalización anglosajona que sólo da prioridad al dinero y al falso liberalismo blanco e individualista. Sólo creemos distinguir al terrorista islamista, desconociendo las diversas sociedades orientales de las que provenimos. Los cristianos maronitas, los bizantinos, los persas, los musulmanes sunitas,.. y ese paganismo sureño, matriarcal y sublime.. tus ojos negros.
Tus ojos negros no deben perderse en la lejanía. Déjame volver a casa antes de morir una vez más.
*Habibi : amado, amada
Comentarios
La importancia del Ingles es capital, lo sabemos todos, pero la del Español (al menos) parece ya no serlo. Y no se puede pensar y razonar con propiedad si no se maneja el propio idioma de igual manera.