

El sábado pasado me decidí a ir a la Filmoteca Española a ver "En la ciudad de Sylvia", de José Luís Guerín, dentro del ciclo de películas candidatas a los Goya del año que viene. El Cine Doré tiene mucho encanto, con su aire antiguo, su café y su librería en el hall, y la fauna cinéfila que puebla siempre sus pasillos. En la cola había mucha gente mayor, los aficionados de siempre, y mucha juventud con pinta de estudiantes de arte dramático, bellas artes ó cinematografía. Incluso un chaval que se había hecho él mismo la camiseta, algunos rastas y quizá un perro-flauta escondido en una bolsa de tela. Encantador el ambiente y muy rico el café.
Así que me senté en una de esas butacas rojas que te hacen mirar al cielo, y lo primero, un plano-secuencia estático que dura 5 minutos y que refleja al protagonista, un bohemio gabacho con estética Gustavo Adolfo Bécquer, pensando lo que iba a escribir en su libretilla. Pensé : -bueno, si he podido con Manoel de Oliveira, con Theo Angelopoulos y con Michael Haneke, podré soportar a Guerín. Miré a mi chica, que se las prometía muy malamente y me dije : "qué sea lo que dios quiera".
Si siempre has tenido predilección por las francesitas lánguidas y espirituales, bohemias, actrices y escritoras, fumando o bebiendo café en terracitas francesas, si te has enamorado de todo ese rollo intelectual y burguesito en algún momento de tu vida, ésta es tu película. Calles del casco antiguo de Estrasburgo, tranvías, placitas con estudiantes díscolas y vagabundos, y bohemios que persiguen entelequias y mezclan su vida con la creación artística, y no se comen una rosca porque ellos se han dejado comer el coco por lo literario y lo cinematográfico, y dibujan a la chica-materia y la persiguen para ver si es ella la que una vez te miró en un sueño, y lo mismo alguien te regala una botella de absenta y la compartes con ella, con Sylvie dans la ville, y unas góticas raras miran absortas al infinito en el bar Les Aviateurs, y te encuentras con Cortázar de repente, y todo lo conviertes en cronopio, y resulta que Dulcinea te da casi una ostia por seguirla y te dice que se llama Aldonza Lorenzo, y que poco podrás hacer con ella, entonces, sí, ésta es tu película. Si tú eres o has sido como el personaje protagonista, esta película te gustará. Mucho. Si no, el tío te parecerá un pesao y un gilipollas.
Yo te recomiendo que tengas alrededor de 20 años para disfrutarla. Aunque claro, estos 20 años de ahora ya no son los que yo tuve en aquellos tiempos.
Pero es que yo te digo una cosa :
-El comienzo de Baílame el agua y la totalidad de Mi vida en 65´tienen el mismo espíritu romántico-juvenil, que de manera más forzada refleja Dans la Ville de Sylvie. (Así, en francés, para que quede más pedante).
Y si lees otras críticas, te dirán que hay algo de Rohmer, de Godard, de la película En construcción, del esteticismo de varias secuencias hipnóticas por la belleza de las imágenes como las del interior del tranvía, las de la persecución de esta Sí-O-No-Sylvie por las vías en el centro de esta CIUDAD IMAGINARIA u ONÏRICA. Y todo es verdad. Tan verdad como que uno no quiere irse de Estrasburgo cuando contempla el último plano de esta película.
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