Anoche en la vigilia del sueño comprendí la película. Es un viaje. No un mal viaje. No un viaje a través del tiempo, ni a través del sueño. Un viaje a través del tejido de la realidad. Atraviesa la Logia Negra de Twin Peaks (esas cortinas rojas vuelven a estar presentes) y ahí estás tú. Es la película posiblemente más difícil de Lynch, y también la más sencilla si ya has cruzado antes la sangría entre mundos de sus anteriores films.
Es la más participativa también, cuando penetras en su juego pasas al otro lado de la pantalla, ¿o es Laura Dern y su coro griego de ninfas de ensueño la que cruzan la cortina y se sientan a tu lado en la sala de cine?, que al cabo de un rato se antoja tan familiar como el salón de casa, o el dormitorio, si prefieres. Es ésta una cualidad que la película comparte con Carretera Perdida, la más cercana en espíritu, aunque Inland Empire sea un viaje cómplice por el ensueño de Corazón Salvaje, Terciopelo Azul, Twin Peaks, la mencionada Carretera Perdida y Mullholand Drive.
Se diferencia por el contrario de esas películas en la frescura técnica del vídeo digital que dá apariencia de cine de aficionados (esa carrera agónica de Laura Dern por Hollywood Boulevard). Esos actores y actrices que dan un aire amateur al todo, esa música extraña que se transforma como el propio ritmo interno del posiblemente excesivo metraje, que nos hace perder la noción del tiempo y afirmar con rotundidad que solo hay un cuando, el AHORA.
Es la más participativa también, cuando penetras en su juego pasas al otro lado de la pantalla, ¿o es Laura Dern y su coro griego de ninfas de ensueño la que cruzan la cortina y se sientan a tu lado en la sala de cine?, que al cabo de un rato se antoja tan familiar como el salón de casa, o el dormitorio, si prefieres. Es ésta una cualidad que la película comparte con Carretera Perdida, la más cercana en espíritu, aunque Inland Empire sea un viaje cómplice por el ensueño de Corazón Salvaje, Terciopelo Azul, Twin Peaks, la mencionada Carretera Perdida y Mullholand Drive.
Se diferencia por el contrario de esas películas en la frescura técnica del vídeo digital que dá apariencia de cine de aficionados (esa carrera agónica de Laura Dern por Hollywood Boulevard). Esos actores y actrices que dan un aire amateur al todo, esa música extraña que se transforma como el propio ritmo interno del posiblemente excesivo metraje, que nos hace perder la noción del tiempo y afirmar con rotundidad que solo hay un cuando, el AHORA.
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