
Es la más participativa también, cuando penetras en su juego pasas al otro lado de la pantalla, ¿o es Laura Dern y su coro griego de ninfas de ensueño la que cruzan la cortina y se sientan a tu lado en la sala de cine?, que al cabo de un rato se antoja tan familiar como el salón de casa, o el dormitorio, si prefieres. Es ésta una cualidad que la película comparte con Carretera Perdida, la más cercana en espíritu, aunque Inland Empire sea un viaje cómplice por el ensueño de Corazón Salvaje, Terciopelo Azul, Twin Peaks, la mencionada Carretera Perdida y Mullholand Drive.
Se diferencia por el contrario de esas películas en la frescura técnica del vídeo digital que dá apariencia de cine de aficionados (esa carrera agónica de Laura Dern por Hollywood Boulevard). Esos actores y actrices que dan un aire amateur al todo, esa música extraña que se transforma como el propio ritmo interno del posiblemente excesivo metraje, que nos hace perder la noción del tiempo y afirmar con rotundidad que solo hay un cuando, el AHORA.
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