El mayor mérito de esta película es clavarte en el asiento de copiloto del coche que conduce Iván Locke durante hora y media sin aburrirte, viviendo su pequeña gran historia como si de una aventura mitológica se tratase. Este jefe de obra, posiblemente un ingeniero o alguien que podría haber llegado a serlo, es un hombre que tras tomar una decisión trascendental, quiere seguir teniendo el control de su vida y salvar los muebles, paliar los destrozos de las consecuencias de su definitiva decisión. Pero no podemos controlar las reacciones de los demás, sólo intentar manejar de la menor manera posible, los hechos que van sucediendo y que a veces, escapan a nuestro control. Locke es una gran lección sobre la gestión del tiempo, la asunción extrema de responsabilidades, y de la resolución de conflictos intentando minimizar los daños. También habla de como los hijos intentan no repetir los errores de los padres, pero como su vida ya está mediatizada por aquellos, se quiera o no. Es un hombre que intenta arreglar las vías de agua de un costado del barco, mientras se le van abriendo otras por el otro costado. Y te deja algún interrogante, ¿qué va a pasar con el otro hijo que está dejando tirado?. Un thriller de sentimientos, con un trabajo buenísimo de Tom Hardy.
Blog de películas, en una época en la que ya nadie lee blogs y donde no se sabe si el cine se seguirá proyectando en salas o sólo en plataformas, tabletas y teléfonos móviles.
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