Open Windows, de Nacho Vigalondo, ofrece algunas ideas interesantes sobre el voyeurismo en la red (mirones ya somos todos) y su impacto en la sociedad moderna del espectáculo. El inicio y la primera parte de la cinta es intrigante, dinámico e interesa, pero el final es excesivamente lioso, tramposo y confuso, perdiendo la credibilidad que había conseguido al principio de la historia. Lo que había sido un ingenioso y efectivo uso narrativo de la multipantalla, se transforma en un batiburrillo que perjudica a la coherencia del argumento. No es que nadie sea lo que parece, sino que los personajes ya no existen como tales. Esto, que fue una virtud en su primera película de viajes en el tiempo, el solapamiento en capas, aquí se convierte en un defecto. La metahistoria, los diferentes niveles, tan propios de internet, el fanatismo virtual hacia las estrellas de hoy, el papel de los blogueros como eslabón en la cadena de la publicidad viral de los productos, todos estos elementos están desaprovechados en lo que al final, es sólo una historia de hackers robándose los servidores para dominar la red. Eso sí, está brillantemente realizada, los cambios del formato de la imagen le ayudan para el desarrollo de la historia, ya que la forma es parte del contenido, y hay muchas secuencias que parecen un videojuego. Lo que pasa, es que cerca de la conclusión del film, ese punto de vista multiforme perjudica a la resolución poética de la película. El cine es algo más que filigranas tecnológicas. Estas tienen siempre que estar al servicio, no sólo del argumento, sino de los personajes. Veo a Vigalondo haciendo pelis de serie B en Hollywood. Open Windows parece la tarjeta de presentación de este realizador para en un futuro hacer otros proyectos allí.
Blog de películas, en una época en la que ya nadie lee blogs y donde no se sabe si el cine se seguirá proyectando en salas o sólo en plataformas, tabletas y teléfonos móviles.
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