Me cuesta criticar esta película sin filtrar la situación personal de Álex de la Iglesia, su divorcio traumático y su relación con Carolina Bang. Desde Trompeta, este director me parece más libre formalmente, aunque navega entre la corrección política de su anterior cinta con José Mota y el desparrame antropológico a lo Wicker Man (Ojo, de Neil Labute, que algo sabe de la crueldad humana). Es de los pocos directores españoles que sabe hacer cine a lo grande, aunque cada vez hay más. Y me congratula intuir que es un buen momento para el cine español, que se va librando de lastres y encorsetamientos temáticos, y lo mismo te hace pelis de terror gótico, que de acción sin más, que dramas intimistas. Ver trailers en la sala te reconcilia con este arte e industria, te hace querer volver. La verdad es que el cine es para verlo más y escribirlo menos. Y me gusta ver como ni a Álex de la Iglesia ni a otros, le cuesta nada hablar de lo nuestro, dando una opinión personal y refutable como todas, haciendo un espectáculo global y entretenido. Como los grandes. A pesar de todo, al cine español no le va tan mal. Sólo hay que empezar a entusiasmar a los espectadores para que vuelvan..
Blog de películas, en una época en la que ya nadie lee blogs y donde no se sabe si el cine se seguirá proyectando en salas o sólo en plataformas, tabletas y teléfonos móviles.
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