"LA MECEDORA", de Jean Claude Brisville. Dirigida por Josep María Flotats para el CDN.
Con Helio Pedregal, Eleazar Ortíz y Daniel Muriel.
¬ Jerónimo, el personaje que interpreta Helio Pedregal, es la obra, es el autor, somos nosotros. Actorazo, nos hace sentir incómodos al principio, después nos seduce, con el Poder de la Palabra, lo único que (nos) queda. En un mundo mecanizad ...o, mercantilizado, economicista, des-humanizado, no basta con apartar lo no-rentable, sino que prevalece la ideología autoritaria que pretende su total eliminación. No hay nada "personal" en ello, no es cuestión de emociones ni sentimientos, es la fría calculadora del contable. Pero sabemos que nunca es así, quieren tu alma, quieren desposeerte del valor humano, del placer de la lectura, de escribir, de la palabra, el arte, la belleza.
Eleazar Ortíz hace que sus "silencios" tengan presencia escénica, y Daniel Muriel, muy en su papel de jóven impetuoso e ilusionado, cumple con su cometido eficazmente. Obra que te hace reflexionar una vez estás en la calle, porque el tema te toca, porque te agrede. Lo que te da el teatro, la palabra hecha personaje, espejo, reflejo, no te lo dan otras artes, que son otra cosa. Es una obviedad decir esto después de miles de años de teatro. Tristemente, no es una obviedad, porque la mano "invisible" del mercado puede hacer desaparecer lo que le de la gana, lo que considere que ya no vale, porque no da suficientes beneficios.
Con Helio Pedregal, Eleazar Ortíz y Daniel Muriel.
¬ Jerónimo, el personaje que interpreta Helio Pedregal, es la obra, es el autor, somos nosotros. Actorazo, nos hace sentir incómodos al principio, después nos seduce, con el Poder de la Palabra, lo único que (nos) queda. En un mundo mecanizad ...o, mercantilizado, economicista, des-humanizado, no basta con apartar lo no-rentable, sino que prevalece la ideología autoritaria que pretende su total eliminación. No hay nada "personal" en ello, no es cuestión de emociones ni sentimientos, es la fría calculadora del contable. Pero sabemos que nunca es así, quieren tu alma, quieren desposeerte del valor humano, del placer de la lectura, de escribir, de la palabra, el arte, la belleza.
Eleazar Ortíz hace que sus "silencios" tengan presencia escénica, y Daniel Muriel, muy en su papel de jóven impetuoso e ilusionado, cumple con su cometido eficazmente. Obra que te hace reflexionar una vez estás en la calle, porque el tema te toca, porque te agrede. Lo que te da el teatro, la palabra hecha personaje, espejo, reflejo, no te lo dan otras artes, que son otra cosa. Es una obviedad decir esto después de miles de años de teatro. Tristemente, no es una obviedad, porque la mano "invisible" del mercado puede hacer desaparecer lo que le de la gana, lo que considere que ya no vale, porque no da suficientes beneficios.
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