
Los Hermanos Farrelly, con el tiempo, (o quizá siempre lo fueron pero no nos dimos cuenta), se han convertido en unos observadores sarcásticos de la clase media americana, mostrándonos el patetismo del urbanita común y escupiéndonos personajes penosos hasta la vergüenza ajena, tipos universales en los que vemos reflejados nuestros comportamientos detestables y nuestras miserias.
Quizá no muy alejados de un primer Neil Labute y sus análisis despiadados de la pareja. Los Farrelly, sin embargo, siempre guardan algo de piedad, cariño y compasión para sus personajes, sobretodo los masculinos.
Intuyo un cierto homenaje a “La extraña pareja”, de Walter Mathau y Jack Lemmon, en la secuencia de la partida de cartas de amigotes, y continúa el peculiar humor burdo y de sal gruesa marca de la casa, pero el final de esta cinta te deja intrigado, pues todo parece un falso final felíz, en el que no todas las parejas parecen sobrevivir con sinceridad a la prueba de la carta blanca.
Como hombre, uno se ve identificado en las patochadas y en la esclavitud hacia el sexo, hacia la caza eterna, repetitiva y ridícula que adquiere visos de representación forzada, cultura teatral masculina que prueba su hombría en el ligue. Pero también rompe una lanza por la honestidad y la fidelidad de muchos otros, que valoran a su familia. Owen Wilson tiene momentos Woodyallenescos insuperables.
Pero también muestra con verdad a las mujeres, lo que piensan, necesitan y hacen, y no dejan títere con cabeza, pues la incoherencia y el ridículo se reparten por igual entre los dos sexos.
*Para mí, “Algo pasa con Mary” y su maravillosa banda sonora de cantautor folkie, sigue siendo insuperable.
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