
En la secuencia final de Totó le herós, el espíritu burlón y alegre del protagonista, al igual que el antihéroe de American Beauty, revolotea felíz sobre las flores y la hierba y sube hacia el cielo, riéndose.
Mr. Nobody, película-río mayúscula no por ser una obra maestra, sino por devolvernos ese estilo único europeo, tan común y propio de los hermanos Caro, del mejor Julio Medem de los Amantes del Círculo Polar (eso fue antes de convertirse en un Tinto Brass patrio), y de la francocanadiense Léolo, obra cumbre de una manera de ver el cine propia de los países francófonos, es una variación más grande y larga de aquella película de Jaco Van Dormael, poética, a veces emocionante, aunque distante por su juego narrativo de realidades paralelas, ficciones, recuerdos e invenciones de una No-Vida que se dirige hacia la Vacuidad, el Vacío budista. No me refiero a que sea una nadería, un canto a la inanidad, sino al contario, una historia que quiere ser coherente con las estructuras de nuestro universo y con sus teorías del big bang, de realidades alternativas.
Escucho ecos del manierismo propio del primer Lars Von Trier de Europa, y ese título de credito inicial que nos indica una coproducción Paneuropea, recuerda a la mítica
ZENTROPA, eslabón de aquella EURASIA de 1984.
Espacio cultural verdadero, más allá de uniones económicas interesadas, existe una visión común del arte, de lo cinematográfico, que no conoce fronteras europeas.
Rodada en inglés, el nuevo latín, lengua franca de Europa, no desmerece nada la coherente trayectoria de este director belga.
*Si queréis leer otra crítica mejor que la mía.
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