La otra tarde estuve redescubriendo "El turismo es un gran invento", con Paco Martínez Soria y José Luís López Vázquez, y alguna vez me sorprendo divirtiéndome con películas de los 70 con Pepe Sacristán, Fernán Gómez, Agustín González, etc.., y me entretengo también comparando todas aquellas simpáticas cintas con similares francesas, italianas y americanas de la época. Creo que los actuales Willy Toledo, Fernando Tejero, Javier Cámara, Carmen Machi, Julián López, etc.., son los herederos de aquellos cómicos y grandes actores, y que incluso Santiago Segura está encontrando su sitio interpretando a personajes pintorescos y típicos de nuestra idiosincrasia. Él mismo lo ha reivindicado en la saga Torrente con la presencia de Tony Leblanc, pues sigue una tradición, que aunque despreciada en la democracia por pertenecer a la misma época que Franco, actualmente es recuperada y justamente valorada. Sin caer en el fácil chouvinismo nacionalista, creo que es justo destacar que El Gran Vázquez, además de ser una película divertida y muy entretenida, es necesaria porque, aunque de forma idealizada, nos enseña una época muy determinada con unos tipos que entretenían no sólo a los niños, sino a la gente que tenía que vivir en un tiempo gris y poco imaginativo. Vázquez era el mayor rebelde, un tipo canalla y pícaro que sobrevivía como podía, estafando y sableando, disfrutando de la vida en los inicios del capitalismo consumista en España. La película es una fábula, un cuento, un cómic, mejor dicho, un tbo. Sin entrar en detalles sobre los inicios de la Editorial Bruguera y su plantilla de dibujantes y guionistas, debo darle la mayor importancia a esa visión fresca y novedosa sobre como muchas empresas daban cobijo a rojos y republicanos anteriormente perseguidos por el Régimen de Franco. Es triste que lo sepamos ahora, pues hay muchas cosas acerca de cómo vivía la gente normal en aquella época que desconocemos hoy en día, a no ser que nuestros abuelos o padres nos las hayan contado. Era un país cutre, obsesionado con el ahorro y el trabajo, sin posibilidad de escapar de un pensamiento único esclavizante, y Vázquez es visto aquí como el exponente de todo lo ácrata y anarquista que aún resistía, proveniente de aquel espíritu libertario y culto republicano aún no machacado ni exterminado por el sistema fascista. Un régimen que en los 60 abrazaba un tímido desarrollismo capitalista que proporcionaba objetos de estatus a la incipiente clase media urbana uniformizada: seiscientos y pisos de protección oficial de la Falange. De aquellos barros, vienen estos lodos. Pueden comprenderse muchas de nuestras actitudes vitales actuales, aferradas a la propiedad privada, al coche y al empleo fijo, con el típico jefe conformista y autoritario. España no ha cambiado tanto, y puede contemplarse esa Bruguera de antes como metáfora de nuestro carácter laboral. Por ésta y otras razones, el Gran Vázquez me parece una película grande y necesaria, útil como reflejo de lo que fuimos y lo que somos, pues Vázquez no es sino el reflejo de ese rebelde que anida en nuestros corazones sometidos.
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