
Una nueva cita con Allen, cada día más devaluado y rebajado, como un tinto de verano. Desde Vicky Christina Barcelona, película mediocre, histérica (por P lo digo)y cara de acelga, (por Bardem lo digo, en uno de sus peores papeles de todos los tiempos) yo no sabía ya donde meterme cuando me nombraban a Allen. Pero aquí lo he recuperado, sin algaracas ni neones. Vuelve a la senda de Todo lo demás y Poderosa Afrodita, en la que repite esquemas y argumento aunque el tema va por otros derroteros. Es un Allen chistoso, más borde y deslengüado, más pesimista, pero también más cercano, más accesible, más puro como comediante de stand-up comedy, en la mejor tradición americana del humor judío. ¿Por qué no? Es más Adam Sandler (su heredero judío aunque sus personajes sean más simples y menos neuróticos), es más televisivo, porque es en Seinfeld donde encontramos los mejores gags de humor judío neoyorquino de todos los tiempos. A Woody Allen lo estropea Europa en gran parte. Salvando maravillas como Match Point, donde juega a ser francés al estilo Claude Chabrol, a este humorista hay que reivindicarlo como americano, dentro de su tradición. Nos gusta porque es típicamente neoyorquino, como lo eran Friends ó Seinfeld. Y porque nos hace reír y pensar.
Comentarios