En un día extraño, hostil y solitario (previo a la marea navideña que me ha mantenido lejos de este blog) MY BLUEBERRY NIGHTS se cruzó conmigo casualmente y de forma inesperada, como un ungüento para mis heridas y un bálsamo de lágrimas para mi ánimo. Mientras me sumergía en ella (hacedlo en v.o., como siempre os repito) oía bajito a mi oído la canción aquella sobre mi unicornio azul que ayer se me perdió, esa que sonaba en la barra de un bar en el corto de Wong Kar Wai para la serie The Driver. Esto sí es dar un buen salto a occidente.
En un día extraño, hostil y solitario (previo a la marea navideña que me ha mantenido lejos de este blog) MY BLUEBERRY NIGHTS se cruzó conmigo casualmente y de forma inesperada, como un ungüento para mis heridas y un bálsamo de lágrimas para mi ánimo. Mientras me sumergía en ella (hacedlo en v.o., como siempre os repito) oía bajito a mi oído la canción aquella sobre mi unicornio azul que ayer se me perdió, esa que sonaba en la barra de un bar en el corto de Wong Kar Wai para la serie The Driver. Esto sí es dar un buen salto a occidente.
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