

Qué grandes cómicos nos estamos perdiendo en este lado de Europa. Si la memoria se para en Totó, Alberto Sordi, Alfredo Landa, Peter Sellers, Louis de Funes, Jacques Tati, José Luís López Vázquez, etc.., a este lado del muro imaginario, no se da la libertad de descubrir a buenos actores, con cara de chiste de la europa del este, como en este caso, a Ivan Barnev, en Yo serví al rey de Inglaterra.
La historia como chiste irónico, a veces cruel, a veces, tierno. El ser humano y su entraña miserable, pero irremediablemente cómica. Con la sabiduría de un Chaplin, o de un Nanni Moretti, el devenir de Checoslovaquia durante gran parte del siglo XX visto por los ojos de un pequeño gran hombre, otro tamborilero al estilo del chiquito del Tambor de Hojalata, que ve desfilar la historia, que se une con la bandera de los tontos y no sale demasiado trasquilado.
Grandes puntos humorísticos a costa del dinero, los millonarios, los nazis, el patrioterismo, el quítate tú para ponerme yo y demás miserias colectivas de estos nuestros grandes pequeños estados europeos avasallados por sí mismos, o por los otros, qué más da. Breve cuento sobre la patraña, la falacia, el atropellamiento humano. Gran director, gran cine europeo, del que tiene que ver todo el mundo, ligero, liviano pero profundo. Por libertario, por sardónico, por sabio.
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