
Por una vez, el remake es mejor que su predecesora de los años 70, serie que añoro tanto como al platillo volante cylon y el caza viper de metal que mi hermano compartía conmigo de críos. Pero la actual es una serie adulta. No hay un robot-perro simpático (al menos en la miniserie), hay algo de sexo y sobretodo un tratamiento serio a la historia de un genocidio planificado por un enemigo invisible e implacable, con unos protagonistas muy bien definidos (con certeras actuaciones a disfrutar en sus voces originales) y una guerra espacial narrada con el brío de un buen combate naval y un dramatismo estigmatizado (de una forma sobria y elegante) sin duda por el ataque a New York de 2.001.
De esta miniserie (comentaré el resto de la serie conforme la vea) destacar algunos momentos: el terrorífico, cuando la cylon infiltrada sostiene en sus manos un bebé con morbosa curiosidad (el terrible final de la escena marca la diferencia con la serie original) y el emocional, cuando una Mary McDonnell tremendamente humana jura, nerviosa, triste y dubitativa el cargo de presidente de las 12 colonias de Kobol.
Los cylones son ahora asesinos despiadados, la analogía espacial a un terminator. Esta vez no hay razas alienigenas para ayudarnos. Quizás no hay esperanza. Y están entre nosotros, algunos ni siquiera lo saben. Otra analogía con el terrorismo internacional de Al Qaeda (los durmientes) que ha encontrado reflejo también en la penúltima gran saga comiquera de Marvel (Secret Invasion), donde los alienigenas Skrulls dan marcha a una invasión planeada hace años, con infiltrados en las filas de superhéroes desde los huecos de la continuidad clásica de la editorial y justificados por una guerra santa o Invasión Sagrada.
Comentarios
saludos desde las Americas... muy pronto te podré contar las novedades.. que son muchas...