
Hay en el aire un aroma a elegía, al fin de un tiempo. La conquista del Oeste ha terminado y llega lo peor de la modernidad a modo de ajustes de cuentas, locura homicida, tráfico de drogas y materialismo avaricioso.
Hace falta un Notas que se tome las cosas con tranquilidad, un fumeta que no se meta en ninguna espiral violenta por llevarse el maletín del dinero.
En el cine de los Coen suele haber un tipo tranquilo, que superado por las circunstancias, se topa cara a cara con el diablo y el horror, con la perdición.
En su común medioambiente de moteles, restaurantes de carretera y hoteles apolillados, donde se encuentran y negocian los mafiosos de tres al cuarto, charlatanes de segunda y demonios de la ruta 66, las personas íntegras y honestas tiran la toalla y se retiran cuando ya no comprenden nada. Narradores del heroísmo del hombre/mujer corriente enfrentados al nihilismo puro y duro, al mal absoluto y sin sentido, a la arbitrariedad del violento. En este caso, el hombre íntegro es el narrador, un narrador viejo ya en retirada. Su antagonista, y protagonista a la vez, es su reverso tenebroso, un ASESINO con mayúsculas muy bien interpretado por Bardem, que sigue un código de conducta casi legendario, homicida y demencial, pero no libre del caos absolutista generado por el dinero. En realidad, no es país para nadie, ni para viejos ni para jóvenes. Un familiar del sheriff, que vive solitario en medio de la llanura tejana, cuenta que en realidad, la historia no es tan distinta, todo se ha regido por la violencia, la ambición y la avaricia. Han cambiado las maneras, los valores y quizá los nombres de las cosas, y por eso los viejos no entienden nada, no tienen medios para enfrentarse al mal moderno.
La bola de la violencia crece y se hace más grande, todo puede venderse y comprarse y ya no puede parar. Un mundo nuevo y descerebrado ha comenzado donde la vida humana no vale nada y puedes perder el alma con facilidad.
Aunque esta película de terror (sí, de terror) me ha gustado, cada día aprecio más “Barton Fink”, “El gran Lebovsky” y “El hombre que nunca estuvo allí”. Films con un tono diferente. Porque, como contaron en Fargo, película que me recuerda mucho a ésta, la motivación de los personajes principales es tan rastrera y estúpida, que no le coges simpatía a nadie. Está tan bien diseccionada el alma del criminal común, que uno acaba queriendo mucho más a los perros que a este tipo de personas.
Cine bíblico, como Pulp Fiction, película a la que me retrotrajo a menudo.
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