
El nombre de Woody Allen pesa demasiado sobre esta película, y puede crear falsas ilusiones y expectativas al espectador acerca de lo que va a encontrarse en la pantalla, una historia que me recuerda más al Stephen Frears de hace unos años, el de una inglaterra a pie de calle con tono criminal.
Los personajes no se comportan tampoco como suelen hacerlo en las pelis de Allen, son galanes, no frikis, y su aureola de tragedia es otra, más teatral quizás.
El teatro, quizás otro de los personajes (secundarios) de la película, que nos susurra al oído con la voz de la música de Philip Glass.
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