

Ese actor encantador que borda sus personajes de canalla simpático y de buen corazón, íntegro, honesto y con valores, que es Alberto San Juan, en esta película lo borda de maravilla. Su creación es intensa, emocionante y se merecerá un Goya el año que viene, por lo menos, una nominación que pido desde ya. A destacar esa mezcla de lenguaje cheli y navarro tan particular del personaje, que lo hacen cercano y real.
Roberto Benigni, Hugh Grant, Adam Sandler, y ahora aquí, Alberto San Juan, padre no por accidente como aquellos, sino de vocación, por necesidad propia, por responsabilidad hacia el hermano y hacia la vida en el pueblo que dejó atrás.
Este nuestro propio Earl, que aunque no tiene que deshacer ningún mal karma, es como aquel, positivo ante la adversidad, y responsable y honesto con la gente que ama. Primero movido por el egoísmo, después transformado al contemplar que quizá su lugar está en aquel hueco que nadie ha sabido llenar y que él vuelve a ocupar, como una persona mejor, más sabia, y con algo que enseñar a la niña fumadora que no sabe fumar.
Este canalla encantador posee lo que ahora llaman inteligencia emocional, sabe tratar a la gente con la sencillez del hombre de siempre, del muchacho de pueblo que nunca dejo de ser a pesar de esa máscara maravillosa del trompetista de Utopía, el local mugriento de Madrid en donde no era nadie.
Sin idealizar la vida en los pueblos, sin acobardarse al tratar asuntos graves sobretodo por aquellas tierras navarras, este imperfecto santo laico vuelve a casa para quedarse y ayudar a los suyos, y a la vez, salvarse a sí mismo.
( Creo intuir una nueva ola de creadores españoles, que siendo muy distintos en sus operas primas, reflejan una honda preocupación humanista envuelta en el género de la tragicomedia, tan nuestra. Daniel Sánchez Arévalo con Azul Oscuro Casi Negro, también en Días Azules o en La noche de los girasoles se refleja esta hipótesis. La vuelta a las raíces, a las consecuencias de las propias acciones y a la vida como elección y aceptación de la responsabilidad madura en un mundo superficial y materialista que aleja de todo esto. Si no estuviera tan mal visto y desprestigiado, podría hablarse de un cine moral, que no moralista. Son creadores que reflejan su propio crecimiento personal y está muy bien que nuestro cine sea tan prolijo en historias intimistas y entretenidas que dejen un hueco a la esperanza.).
Sólo achacarle un final un tanto Disney, pero que no desmerece tampoco el tono global de la película.
Nota : Antes del pase de esta cinta, pusieron el avance de la película El club de los suicidas, con el actor cordobés Fernando Tejero, que actúa peor cuando tiene que forzar un acento castellano que le resta gracia, aunque me pese perpetuar el tópico del actor gracioso andaluz, pero en su caso gana en naturalidad cuando habla con acento cordobés.
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