Ya iba predispuesto a llorar. Porque es una película especial para mí. Me recuerda a mi padre muerto. A la antigua, la primera, me llevó él cuando era pequeño, a un cine de barrio, desaparecido como todos.
La hecatombe del capitalismo moderno, que empezó a cerrar salas en los 90, imparable como una apisonadora en los 2000. No ha hecho mejor este país, solo le ha añadido nuevas franquicias.
Le perdono hasta el perro con capa. Porque esa pareja que comparte con nosotros su amor casi adolescente somos nosotros en el instituto, o en la facultad.
Ese padre bonachón y sentimental que llora, que es un "blandengue", somos nosotros de mayores. Esa banda punk que suena al final con IGGY, es nuestra banda favorita de los 90.
Súper*** no es una película nostálgica, es rabiosamente moderna, pero somos nosotros los que buscamos en ella guiños y ráfagas de lo que fuimos.
Por eso le perdonamos al perro con capa y los robots infantiles.
Yo iba predispuesto a llorar, y vaya que lo hice. Esperé a que se hiciese la oscuridad, porque no era cuestión de que las familias y las jóvenes parejas viesen a un hombre maduro y solo, sollozar por los viejos tiempos.
Le agradezco profundamente a James Gunn que le haya devuelto el alma a las películas de superhéroes.
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