Ayer echaron en la 2 "Tren nocturno a Lisboa", de Bille August, director danés famoso por producciones hollywoodienses, pero últimamente dedicado al cine europeo. Esta película me gustó, más que por su rutinario argumento de flashbacks, porque de alguna forma homenajea a esos europuddings de antes, con un plantel de actores de la Unión Europea, ingleses, franceses, alemanes,
portugueses, suecos, daneses, que aparecen en una historia cien por cien portuguesa, pues habla de la última etapa de la dictadura de Salazar, y la resistencia democrática poco antes de la Revolución de los Claveles. Me gusta como interpreta Jeremy Irons a ese intenso y despistado profesor suizo, que se deja llevar por una corazonada y se marcha a Lisboa, bellísima ciudad que tan bien supieron retratar Alain Tanner en En la ciudad blanca, o Win Wenders en Lisbon Story. Ese espíritu también está en parte en esta película, que a pesar de ser un tanto mediocre y que no sabe aprovechar la magnífica historia proveniente de un bestseller literario, deja caer algunas frases-perla filosóficas, que son las que escribe Amadeu, ese médico del pasado cuyas reflexiones han seducido y encantado al gris y triste profesor helvético. Suizo como Alain Tanner en aquella película mítica de los 80, también acerca de un hombre, Bruno Ganz, que lo deja todo para marcharse a Lisboa y enamorarse de una portuguesa. Y ese cine europeo, que ya no existe como tal, está bien que todavía se recupere y rememore, aunque sea con un film de inferior calidad.
portugueses, suecos, daneses, que aparecen en una historia cien por cien portuguesa, pues habla de la última etapa de la dictadura de Salazar, y la resistencia democrática poco antes de la Revolución de los Claveles. Me gusta como interpreta Jeremy Irons a ese intenso y despistado profesor suizo, que se deja llevar por una corazonada y se marcha a Lisboa, bellísima ciudad que tan bien supieron retratar Alain Tanner en En la ciudad blanca, o Win Wenders en Lisbon Story. Ese espíritu también está en parte en esta película, que a pesar de ser un tanto mediocre y que no sabe aprovechar la magnífica historia proveniente de un bestseller literario, deja caer algunas frases-perla filosóficas, que son las que escribe Amadeu, ese médico del pasado cuyas reflexiones han seducido y encantado al gris y triste profesor helvético. Suizo como Alain Tanner en aquella película mítica de los 80, también acerca de un hombre, Bruno Ganz, que lo deja todo para marcharse a Lisboa y enamorarse de una portuguesa. Y ese cine europeo, que ya no existe como tal, está bien que todavía se recupere y rememore, aunque sea con un film de inferior calidad.
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