
VIKINGDOM es un film de fantasía heroica que se sacude los complejos de su naturaleza de confesa serie B de ínfimo nivel (a la altura de un económico telefilm del canal SyFy) para ganarse por su descaro la simpatía del espectador (se trata de un film de Malasia sobre mitología nórdica europea), ya que afronta su en principio descacharrante propuesta con la seriedad de una superproducción, acompañada de un ritmo y un sentido de la aventura que ya quisieran algunas grandes producciones de Hollywood.
Ofrece una variedad de escenarios físicos y virtuales encomiable, dignos de la odisea mitológica vikinga que representa, si bien es un viaje del héroe perfectamente extrapolable a una aventura helénica de los argonautas o una epopeya marina de Simbad.
Sus vikingos imberbes y de peluca mal puesta, con poco aspecto nórdico comparados con los de la serie Vikings del canal Historia, formulan con su apariencia de culturistas del ring el espíritu del film, a la mayor gloria de un Dominic Purcell de conanesco aspecto, acompañado sin rubor por un mago loco, un oriental que practica el Kung Fu y una valkiria con estética de amazona de la serie Xena.
Se agradece en tiempos del Thor marvelita la presencia de los dioses nórdicos desde otro prisma, siendo aqui el villano un dios Thor con pinta carnavalesca y encarnado por Conan Stevens.
La música, muy adecuada, es otro de los aciertos de un film entretenido, con cuidadas escenas de acción y que trasciende su condición de producto de cartón piedra posmoderno para ofrecer un espectáculo clásico y meritorio, entre el cómic y las ingenuas sagas vikingas de los films europeos y americanos de los años 60 y 70.

EL MARTILLO DE LOS DIOSES tiene un estilo completamente diferente, jugando con valor a la credibilidad histórica y al oscurantismo premedieval más absoluto. Narra el viaje de una grupo de colonos vikingos por la Sajonia ocupada en busca de su futuro rey. El cabezilla de la expedición se mantiene firme entre la superstición de sus hombres y el fanatismo de los cristianos, con un marcado tono crepuscular (casi apocalíptico, en la línea de la medieval BLACK DEATH) religioso sin que ello reste secuencias de pura fantasía heroica en la que tenemos incluso escaramuzas con caballeros oscuros en un bosque tenebroso, como debe ser, a ritmo de dubstep (!!!!!).
Su odisea, estéticamente evocadora de una comitiva del Anillo, puede parecer en principio una atípica fusión de los espíritus cinematográficos de la fantasía nórdica de Tolkien y el barbarismo de Howard, y si bien su tono está conseguido, el ritmo de la historia es irregular y no termina de funcionar tanto como debiera, al menos hasta la última media hora del film, donde se intensifica el clímax oscuro del viaje al corazón de las tinieblas del caudillo vikingo en un giro coherente aunque inesperado, que lleva a los personajes por derroteros propios del coronel Kurtz y que beneficia mucho a la resolución final de la película, en la que aparece el popular Rollo Lothbrook de la serie Vikings
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