Una sombra de tristeza y fatalidad recorre las dos partes de Los Juegos del Hambre, quizás más la primera que la segunda. Una vez leí que esta saga literaria era un manual perfecto de lucha contra los totalitarismos, una manera de enseñar a los jóvenes cómo combatir el fascismo, como aquella mítica canción de Sonic Youth. El dictador de esta distopía es manipulador, cínico y maquiavélico, y subyuga a los estratos más bajos de la sociedad de una forma parecida a como este capitalismo tenebroso machaca a las clases populares, dándoles pan y circo. En llamas se centra en la esperanza. La heroína se ha convertido, casi a su pesar, en un símbolo que está despertando la rebelión en los distritos más sometidos. Y me quedo con los métodos de brutal represión que emplea el régimen, tan similares a los que uno puede ver hoy en día en Siria, Venezuela, Ucrania, etc.. e incluso en sociedades en apariencia más democráticas, pero que tampoco toleran la rebeldía ni la protesta organizada. Lo que queda claro es que la rebelión es más fácil de encenderse y propagarse de lo que a todos los totalitarios del mundo les gustaría aceptar. Sólo necesitan un símbolo, una causa, una víctima ó un mártir.
Blog de películas, en una época en la que ya nadie lee blogs y donde no se sabe si el cine se seguirá proyectando en salas o sólo en plataformas, tabletas y teléfonos móviles.
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