Wajda es de la misma especie que Antòine Doimel (Los 400 golpes), del chaval de Fifteen, de Ken Loach, y de los niños de "Las tortugas no saben volar". Da lo mismo que ella sea de Arabia Saudita como el resto de sus respectivos países y culturas. Esta preadolescente es rebelde, graciosa, lista, y voluntariosa, reponiéndose ante los fracasos y los obstáculos de la vida. Desde el principio, sabes que no va a ser como su madre ni como sus maestras, que han aceptado sin luchar una realidad adversa y muy limitada para las mujeres. La directora podría haberse quedado en el drama político y social, o en el acostumbrado melodrama árabe, pero va más allá. Su película tiene toques de comedia y no se muerde la lengua. El cine comparte los mismos códigos en todo el planeta, y los usa para bien. Wadja no vive en un país atrasado y medieval como Afganistán (y ojo, que no avanza por culpa de los talibán), sino en un país rico y moderno que aún arrastra tradiciones y costumbres anacrónicas, no sólo religiosas. Trata con mucho respeto al Islam, y no hay escena más emocionante que el concurso de recitado de suras coránicas. La rebeldía de Wadja y de la directora no van por ahí. Como las reivindicaciones de la niña y activista afgana Malala, luchan por algo tan básico como el derecho a ser escolarizadas, ó en el caso de la película, a montar en bicicleta como los niños. Algo se está moviendo en el mundo musulmán, y creo que debemos mirarlo desde Occidente con ojos frescos y limpios, no ensuciados por los prejuicios..
Blog de películas, en una época en la que ya nadie lee blogs y donde no se sabe si el cine se seguirá proyectando en salas o sólo en plataformas, tabletas y teléfonos móviles.
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