Ya casi estamos abonados al Teatro Lara de Madrid. Este domingo pasado fuimos a ver la obra de David Mamet "Perversiones sexuales en Chicago", ( y no es que estemos necesitados últimamente, son casualidades de la vida), con llenazo de la sala, (de la que subimos una foto, pues nos pareció un viejo teatro encantador, decadente y retro en el centro de la capital), con mucha gente joven, cosa que se comprende ya que salían dos actores conocidos por las series, Úrsula Corberó y Javier Pereira sobretodo, y Cristina Alcázar, de la que ahora hablaré. El texto utiliza expresiones callejeras, soeces y típicas de la gente joven, muy de hoy en día, y eso acerca la historia al público, que lo agradece con carcajadas y comentarios casi a grito pelao. Pero se nota la gran distancia, diría que estratosférica, entre las tablas y el buen hacer cómico de Cristina Alcázar y el menos conocido Javier Mora, que copan el escenario, con respecto a los guapos, a una voluntariosa Úrsula Corberó (de físico imponente pero que no parece que esté acostumbrada a trabajar en teatro, aunque lo intenta sin proyectar mucho la voz) y al currante pero a la vez, blandito y siempre igual Javier Pereira, actor que me encantó en Mi vida en 60´. (Estos últimos actores, aunque están bien en sus papeles, menos lucidos que los de sus mencionados colegas, creo que interpretan mejor en las series y en las películas que sobre las tablas). Se pasa un buen rato, se disfruta con esa pareja cómica con química masculina, bestia y machista, y también con la reflexión que Mamet hace, a pesar de la levedad zafia, sobre la libertad femenina y los vestigios machistas, que se perpetúan a través del tiempo. Es curioso ver como el personaje de Javier Pereira se achanta cuando la chica de sus sueños más húmedos, Úrsula Corberó, realiza todas las fantasías sexuales que supuestamente un hombre suele tener, pero esto, en vez de estimularlo, le ofende y le agrede, porque claro, ya no lleva la voz cantante en la relación, sino que es un igual en la libertad sexual y emocional con la joven mujer. El chaval menos dominante necesita juntarse con su amigo, el que va de macho alfa, para sentirse más masculino y cazador, y la amiga madura, soltera y resabiada, que se autodenominaba como lesbiana, aunque no fuese cierto, ya se lo advertía a la más joven, que ve como su libertad sexual no es bienvenida por su pareja. Al final, el desencuentro es el esperado, cada sexo vuelve a su territorio, solo y despechado, pero libre aunque sea en compañía de su colega.
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