
Es lo mejor de la breve cinta, junto a la planificación de las secuencias (casi sin dialogos) de crímenes y persecución, calmadas y subrayadas por una destacable banda sonora orquestal, como un primer Brian de Palma aficionado y fresco, y la credibilidad de Adrien Brody, que poco a poco va creciendo en interés con un personaje poco lucido en una historia muy flojita pero al que sabe dotar de su característica vulnerabilidad, y casi cierra el film protagonizando un plano final hermoso. Conseguir eso en una peli olvidable como esta, pese a estar dirigida por el maestro fundador del género que da nombre al film, acompañado además por la siempre sosa Emmanuelle Seigner es todo un logro.
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