
Tengo poco que aportar, una vez leída la crítica positiva de Carlos Boyero sobre esta película. Reconozco que me revolví en el asiento varias veces, pero no por aburrimiento, sino por malestar, ya que el portero al que Luís Tosar da vida (tan bien como siempre), es el rey del mal rollo, da mucha grima, y vives con él sus planes de amargar la existencia a los demás, casi con regocijo. Porque no acaba de caer mal este hombre, es el logro de esta creación, que te identifiques con un cabrón psicópata que hace actos de justicia a su manera, que no diría poética. Podría tener hasta una lectura social y política, de lucha de clases, de cómo la clase trabajadora se venga de una forma retorcida, de la rancia clase pudiente y felíz, atolondrada y superficial. Pero sería de pasada, pues lo que quiere este personaje es dejar huella, manipular, crear infelicidad, y para conseguirlo, perjudica a gente de su mismo extracto social.
Carlos Boyero habla en su crítica de que esta película le recuerda mucho a las historias de Polanski. Pudiera ser, pero Balagueró no es tan bueno, sigue presa de los clichés americanos, y abusa de secuencias "tipo" donde manda la música, para subrayar un contraste con la sordidez de las situaciones, o plantea un final que parece querer continuar la saga, poco creíble con la trayectoria trágica del personaje. Quizá sea la mejor obra del cineasta catalán, pero aún le queda un rato para llegar a la calidad de los mejores autores del género.
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