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EL TURISTA CULTURETA


Hace poco tuve la oportunidad de visitar Paris, y pude estar en todos aquellos lugares turísticos que ningún turista debe perderse. No sé si Woody Allen, porque se lo exigen los productores, o porque a él le fascinan, muestra estas típicas postalitas parisinas en los primeros cinco minutos de Midnight in Paris, como si se lo hubiera pagado la Oficina de Turismo de la ciudad. Sea como fuere, no me desagrada, porque la película va de eso, y ojalá le hubiera salido igual de bien en Barcelona, y no esa histérica historieta tópica y típica con las peores interpretaciones en años de los sobreactuados Bardem y Pe. (Pareja de imagen hiperespañola racial y fogoso-apasionada, como les gusta a los extranjeros vernos).
En esta ocasión, esta historia es agradable, se ve con una sonrisa, el personaje cae bien, hay escenas brillantes, y para el espectador español tendrá una cercanía especial, porque aparecen destacados personajes de nuestra cultura del siglo XX.
Lo que consigue Allen es transmitir con fidelidad esa fascinación del turista cultural contemporáneo, no sólo por el pasado brillante de París, como centro artístico del siglo XX en Europa y el mundo occidental, sino por los iconos de la literatura, sobretodo norteamericana. Owen Wilson contagia con su cara de sorprendido fan, la misma sensación que uno tendría delante de sus ídolos de todos los tiempos, sean del cine, el arte, la tele, el deporte, la política, etc..
Si uno tuviera la oportunidad de viajar por el tiempo, para visitar como un turista fantacientífico las épocas que más le han fascinado, y así conocer de primera mano a los personajes que sólo se han conocido por los libros o los documentales, podría asimismo desmontar muchas falacias y pedanterías, que han convertido las obras de esos artistas en arte muerto de museos y galerías.
No sé si Allen es tan vanidoso o arrogante como para sentirse parte de esa cadena de creadores, pero creo que aquí hace un ejercicio de modestia, situándose en el papel del eterno guionista que ya ha tocado en otras de sus cintas, como Celebrity, a la que ésta me recuerda tanto, como espectador insatisfecho con su vida convencional que quiere participar de los hechos históricos.
Es un canto, una oda, una alabanza a lo que a uno le gusta, a los músicos, actores, pintores, cineastas, que nos hacen la vida más soportable frente a la vulgaridad imperante, de la que Paris tampoco escapa, convertida en ciudad-escaparate para nuevos ricos de todo el mundo, buscadores de marcas lujosas, y soñadores de todo pelaje que quisieran ser otros, más bohemios, más adinerados, más parisinos…

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