
Quizá la mejor experiencia que he tenido como realizador de video-cortos fue cuando les puse mis primeros trabajos precarios a unos internos de la prisión de Córdoba, cuando hice la antigua Prestación Social Sustitutoria en la biblioteca de aquella cárcel.
El principal interés que aquellos internos tenían en mis cortos era ver las calles de Córdoba, las tiendas, las plazas. Casi siempre, de forma indirecta, Córdoba se ha reflejado como paisaje de las historias de mis videos, y fue una verdadera cura de humildad comprobar, como más allá de cualquier argumento o visión personal, lo que queda, lo que puede interesar a alguien que hace tiempo no ha puesto un pie en la calle, es recordarle el exterior, el sol, las calles, las chicas, la gente en general. Esa función estrictamente histórica, fotográfica y documental del cine y del video, como un retrato de su tiempo, que muestra algo que ya no existe, es para mí lo mejor y lo más útil de este arte tecnológico.
Cuando ya no estemos, es lo que quedará.
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