
He visto sólo dos episodios de esta serie, que me ha dejado Eiyeljasel, pero lo que me ha llegado más, no ha sido la previsible trama policial, de las que hay mejores ejemplos en la tele estadounidense, sino la personalidad forjada del protagonista durante 400 años de vida inmortal. Su cinismo y romanticismo frustrado y su amor por Nueva Amsterdam, Nueva York, a la que ha visto nacer y cambiar durante cuatro siglos, y de la que recorre rincones desconocidos para la gente corriente que vive allí. No son sólo los típicos flashbacks de sus vidas pasadas, sino el sentimiento de amor por un lugar, por unos habitantes muy especiales. Quizá la mejor baza de esta serie es su poder de sugerencia más que el resultado final del producto. Seguiré viéndola...
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