
Dos horas de absoluta felicidad. Pese al gran error que ha supuesto esperar dos décadas para hacer esta película , tiempo en el que la trilogía inicial ha pasado de ser muy popular a ocupar un pedestal en la historia del cine con el que cualquier comparación iba a resultar negativa, y tiempo en el que el cine clásico de Spielberg y Lucas ha cambiado (dentro de unos límites), y Harrison Ford también.
Dos horas de total entrega y diversión. Pese a que el género de la ciencia ficción del Hollywood de los años 50 choque de frente con los planteamientos clásicos de Indy y el exceso de efectos digitales en su precipitado final se me atragante. La parte referente a la Caza de Brujas o el pánico nuclear no resultan quizás tan forzados.
Aún así, el destello que esperaba está ahí, en la comicidad de Indy, en los gags físicos, en las persecuciones rocambolescas, en los personajes secundarios tan de Spielberg y en esa mirada de asombro y orgullo que Indy brinda a su hijo cuando se reconoce en él, peleando igual, con el mismo sentido cafre del valor.
No es ni la obra maestra que se esperaba ni el bodrio que otros lamentan. El tiempo es el mejor crítico para comparar la película con sus precedentes. No voy a juzgarla, sólo a disfrutar de una delicia.
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