

El Último Justo adapta uno de esos Best-Seller de 5ª (como el protagonista de la peli reconoce en una escena) que llenan las estanterías de los centros comerciales. No tiene por tanto una buena base para hacer una buena película, y no lo es. Tampoco lo era El Código Davinci (El Último Justo es mucho más divertida que aquella) ¿Pero lo pretende? Tiene una realización moderna que te mete en la historia casi desde el principio, y un argumento descacharrante con jesuitas locos liados a tiros contra hombres de negro, proféticas cábalas matemáticas a partir de los textos sagrados y unos monólogos sin par del demiurgo hombre del puzzle Federico Luppi. La historia transcurre en Méjico pero parece una suerte de ciudad indeterminada del universo latino, donde los cables de alta tensión, las torres de línea telefónica y los repetidores de móvil llenan las desoladas azoteas en planos inexplicables y desoladores, a la espera del enésimo apocalipsis.
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