



Esta es una película para estudiantes de Derecho, y sobretodo para los amantes del derecho penal estadounidense, tan flexible, teatral y garantista para el indivíduo.
El sistema judicila americano es apasionante y da mucho juego en las películas. Quizá por eso, porque es fantasioso y teatrero, parece que todo vale.
El cine de género, en el que los yanquis son maestros, es una clase de cine que crea arquetipos en vez de seres humanos, y que siempre están al servicio de la acción en el guión. Todo va en función de la trama, para que los personajes sean peones que hagan avanzar el argumento, muchas veces sin contenido real ni creíble. En este caso, la película crea una intriga que se sigue sin pestañear, un típico duelo intelectual entre el sospechoso hannibal-lecteriano y el abogado ambicioso de clase obrera con ínfulas de progresar.
Pero llega un momento, en el que la cinta se crece, en el que el arquetipo protagonista, como gólem que adquiere un alma, se transforma en persona. La obsesión por ganar le hace humano y comienza a perder, aunque eso le estimula en el enfrentamiento dialéctico.
Lo que era una vulgar excusa atractiva, las grietas del sistema judicial por donde el culpable inteligente se escapa como otro O.J. Simpson, se convierte en la lucha por la verdad en un mundo corporativo de abogados de élite sin ética ni escrúpulos, en clara defensa del idealismo del abogado de oficio, que sin medios y con casi todo en contra, tiene que lograr meter en la cárcel a un rico e inteligente señor del mal infinito. Pura ficción, pero de eso están fabricados los sueños y la esperanza de algunos estadounidenses liberales que todavía no quieren asumir que su sistema teóricamente igualitario está ya muerto y enterrado.
**Debo decir que es una película entretenida cuyo visionado, se disfruta sobretodo, en casa.;-)
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