
DirektOr for det hele, en el danés original, es una gran obra de un maestro de maestros y se nota, porque este hombre se está convirtiendo en un clásico como su adorado Dreyer. Esta película cuenta varias cosas en diferentes niveles, puede parecer un vodevil clásico, que lo es, una comedia disparatada que satiriza el mundo de la empresa, que lo es también, y una reflexión ligera sobre el papel de director de cine, de teatro etc.. en la realización de una obra de ficción. Trier bebe de las fuentes más cercanas, la dramaturgia danesa, cita a autores nórdicos como Strindberg, Ibsen, y como un trasunto de Faemino y Cansado que leen a Kierkegaard, se ríe de todos ellos. Vuelve a la sencillez a la hora de contar una historia, se carcajea de sus paisanos daneses, y como el mejor de los Chabrol, Woody Allen, Eric Rohmer y demás grandes autores de la levedad profunda, muestra lo peor y lo mejor del ser humano sin juzgarlo. Más católico que nunca, Trier se deja bajo siete llaves al luterano moral que fue, y refleja lo absurdo que es el ansia de poder, lo que necesitamos las personas tener un líder claro al que echarle las culpas o para amarle, el ego, la vanidad del actor y del jefe, y sobretodo la parodia del funcionamiento de una empresa en el que el jefe suele ser el más incompetente, innecesario y estúpido de todos los trabajadores. De paso, critica la actual deshumanización de las deslocalizaciones de compañías producidas por el capitalismo salvaje y de como el arte, el drama, las sagas escandinavas, la poesía, nos adentran en lo sentimental, lo humanista para darle un sentido a toda esta locura.
Grandes actuaciones la de todos, y un acierto brutal el que esta nueva película del director danés esté más cerca de sus discípulos que de sí mismo; me refiero a Italiano para Principiantes, Festen, Mifune, etc.. Atentos a la presencia invisible del gran Gambini en todo el metraje.
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