Entiendo que existan críticos de cine que odien la vida. Es una pena y un drama que haya películas que empiecen muy bien y que tengan todos los elementos para ser grandes obras, pero por un exceso de metraje o de megalomanía de sus creadores, se queden en puros coñazos.
Licorice Pizza es un ejemplo de esto. Su director no es precisamente un novato, y ya nos ha regalado con obras mayúsculas. Pero no le ha dado la gana de ser humilde. Sus personajes y actores principales son peculiares y encantadores, con carisma. Ese Tatum O´neal adolescente y esa Barbra Streisand veinteañera se comen la pantalla. Hay ecos de aquellas películas frescas y felices de los 70, del cine de Fellini y de cierta nouvelle vague, pero el director acaba aburriendo, demasiado complaciente consigo mismo y su película.
Lo dicho, una pena y un drama.
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