
De una manera extraña,
ayer por la noche,
su imagen final
me provocó un llanto inusitado,
como si llevara aguantando todo el metraje
una gran emoción
por el paso del tiempo, la nostalgia,
la celebración del amor y de la vida
como hacía tiempo
que una película no
me hacía sentir.
Boorman ha hecho una película
anacrónica
de esas que ya no se llevan
con una levedad profunda
propia de un maestro
que hace sencillo lo difícil
hablando de los grandes temas
de la existencia.
Hay comedia surrealista
sensualidad
casi incesto
política
guerra
picaresca
monarquía
cine
teta
no quieres que se acabe
este testmento fílmico
del director de La selva esmeralda.
Sólo por esa cinta, Boorman
se merece entrar en el Parnaso de los Grandes.
Y ésta, sin ser gloriosa, pareciendo pequeña
es enorme.
Ayer no lloraba por ellos ni por Boorman
sino por mí mismo.
Hay películas que son mejores que un psicólogo.
Te sacan la verdad que reside dentro.
Rectifico
Es una puta obra maestra.

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