
2 días después de verla, aun no me creo lo buena que FRÍO EN JULIO es. Acompañada por una banda sonora musical inesperada y sorprendente, esta historia ambientada a finales de los 80 puede parecer en inicio un simple thriller doméstico de altos vuelos para rebelarse enseguida como algo completamente diferente. Estrenada en el pasado festival de Sitges (pese a carecer de carga fantástica o de terror, en principio), adapta una novela noir de Joe R. Lansdale, si bien el film nos puede evocar reflejos de los relatos de James Ellroy y Elmore Leonard, y al cine de los hermanos Coen, aunque la película tiene una fuerte personalidad propia.
Su trío masculino protagonista se revela como un acierto total de casting. En su interpretación, Sam Shepard hace suyo el difícil método del Menos es Más con eficacia, ofreciando un absoluto viaje interior a su personaje, sin salir de los cánones del western sureño contemporáneo. Don Johnson aporta un equilibrio y carismas imprescindibles en el film, y marca su propio camino deseable a seguir, tras sus recientes trabajos breves con Tarantino y Robert Rodríguez. Y Michael C. Hall aborda al fin en cine un personaje protagonista encomiable y muy distinto de sus trabajos televisivos.
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