Cuando La Gran Belleza se propone imitar al Fellini de La dolce vita y 8 1/2, la caga, se pierde y se evapora en imágenes autoreferenciales e irritantes. Cuando se centra en los personajes y en sus historias, en la relación que mantienen con Roma, la historia crece y atrapa. Jep es el cronista de las fiestas, los palacios, las intrigas y la decadencia. Me hubiese gustado ver, no sólo a un sexagenario de vuelta de todo, compasivo con las miserias de sus amigos, sino al periodista que mira irónico las basuras cotidianas de políticos, cardenales y mafiosos. Pero al director, Sorrentino, le gusta correrse en su autocomplacencia egocéntrica de listillo que ha aprendido trucos del cine de autor y despilfarra no sólo su presunto talento, sino que desperdicia el potencial de la historia y del personaje, inmenso en la piel del actor Toni Servillo. La película agota en su última media hora, no sólo excesiva, sino diletante, onomatopéyica..
Blog de películas, en una época en la que ya nadie lee blogs y donde no se sabe si el cine se seguirá proyectando en salas o sólo en plataformas, tabletas y teléfonos móviles.
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