


Si en España existieran telecomedias al estilo “Cómo conocí a vuestra madre”, que hereda lo mejor del vodevil ingenioso, de los juegos de palabras y de un cierto amor por el absurdo, quizá no se harían pelis como Primos, incorrectas, caricaturescas, frescas y dinámicas. La tele española no estaría copada por productos eternos en duración del episodio ni tan familiares en el peor sentido.
Hay en ella ecos de Billy Wilder, de la mejor comedia italiana y de las españoladas divertidas de los 70, y los tres protagonistas masculinos están en estado de gracia, representando a tres hombres rebajados, indefensos y peripatéticos, que no saben como explotar todas sus capacidades. Hay un clown, Quim Gutiérrez, genial en sus cambios de humor, y otros dos colegas, un antiguo héroe de Afganistán tuerto, hipocondríaco, y un vendedor putero romántico, que quiere salvar al ídolo de su infancia, Bachi, el dueño del videoclub del pueblo, ahora en sus días más bajos.
Quizá la mejor película de Sánchez –Arévalo, exceptuando su ópera prima Azul oscuro casi negro, porque me parece la más redonda y honesta, la menos impostada de su repertorio. Se nota que es la más sentida y personal de este director, ya que regresa a los paisajes de su infancia, y habla de su educación sentimental y cinematográfica, cercana a la de cualquier treintañero. Y que su padre sea el maravilloso dibujante e ilustrador José Ramón Sánchez es un plus.
Película de personajes entrañables y vitales, a los que uno les daría un abrazo si se los encontrara por la calle.
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