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TE DOY MIS OJOS


LA HERENCIA VALDEMAR es una producción de la división española de UNIVERSAL STUDIOS para LA CRUZADA ENTERTAINMENT (o viceversa), por lo que es lógico que justo antes de su proyección veamos el adelanto de EL HOMBRE LOBO que protagoniza Benicio del Toro, pero lo tomo como un adecuado e involuntario guiño a Paúl Naschy (el cual me contó que esperaba aparecer en ella en un breve cameo) y su personaje más popular.
Dicho esto, el film arranca con una muy cuidada secuencia de créditos, digna del cine favorito de Tim Burton, con los acordes de un Danny Elfman patrio y nos introduce en el prólogo de una historia claramente coral cuyo misterio y avances sigo con interés pero sin entusiasmo, indudablemente abstraído y entretenido por la pantalla pero sin pasión por mi parte, quizás porque casi toda la película se me antoja el adelanto de un clímax que se interrumpe demasiado pronto para terminar en su grado de mayor interés (lo que no es malo cara a continuar en una segunda entrega pendiente de estreno). También mi leve distanciamiento puede deberse a que asisto como se unen con pericia, dinamismo y
cuidado las piezas del puzle de imágenes que se han ido desgranando en las promociones del filme en prensa, internet y televisión sin añadir apenas ningún elemento nuevo a ellas. Mejor por tanto ir libre de tales influencias a la proyección (como casi siempre).
Además LA HERENCIA VALDEMAR es una historia mucho más valiente que recientes producciones de terror nacionales de factura internacional, porque debido a su tratamiento, si bien aquellas (generalizando) podrían pasar perfectamente por grandes producciones americanas en su formato, LA HERENCIA VALDEMAR, aunque su acabado sea impecable, requiere de una mayor implicación y deseo de sugestión del espectador español, seguramente en mi opinión más cínico de lo deseable excepto con las arbitrariedades estilísticas del cine anglosajón.
Por ejemplo, a nadie le choca que generalmente en las películas de romanos los senadores (y los demás) sean actores claramente británicos, ni que estos interpreten a personajes latinos en su perfecto inglés (aquí doblado, claro). Tanto nos hemos acomodado en el muy competente
doblaje del cine extranjero que hay muchos a los que les chirría seguir las voces naturales de los actores españoles, e incluso su ausencia si están dobladas. Pero el caso es que como escuché decir al director americano Brett Ratner en el making of de alguno de sus films, “hacer cine es tener una opinión”, por lo que mirarlo también implica tenerla.
Y es una elección consciente de la historia que sea una excelente
interpretación de un actor español en castellano la que dé presencia a Aleister Crowley, a la par que otras más anecdóticas de conocidos personajes victorianos angloparlantes (que hablan lo mínimo). Y resulta coherente con el tono del producto, no como otros ejemplos recientes más discutibles (los “matones rusos” de PROYECTO DOS, por ejemplo).
Con todo, no se necesita mayor candor para disfrutarla que para leer un cómic de HELLBOY, tan prolijo en referencias evidentes al género como el film, que se mueve en un ambiente de extraña irrealidad actual (el presente, con ese zeppelín y el viaje en vagón de tren), sugerente para invocar la leyenda pasada, romántica de trágico folletín, de los Valdemar, digna por otro lado de la inspiración de Roger Corman o William Castle (nada me extrañaría ver un remake yanqui de UNIVERSAL a cargo de su estudio DARK CASTLE).

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