
Frank Darabont es uno de los mejores, si no el que más, adaptadores de la obra de Stephen King. Soy un ferviente espectador de los cientos de películas y series de televisión que han adaptado a la pantalla sus novelas y relatos cortos, y me he tragado todo tipo de bazofias y verdaderas obras maestras. A este tipo pertenece La Niebla, película redonda de principio a fin, que trasciende el puro género fantástico para exponernos una metáfora sobre la condición humana, y de cómo el hombre da lo peor y lo mejor de sí cuando se enfrenta a situaciones límite de amenaza.
Convertida en un clásico contemporáneo, como El planeta de los simios, El tiempo en sus manos, Alien, La amenaza de Andrómeda, etc.., y que mantiene el espíritu de las obras más cósmicas de Stephen King, que bebe de los primigenios creadores de Horror como Lovecraft y Horacio Quiroga. Quisiera ver en la pantalla una versión más ambiciosa de IT, que se aventurara en los arriesgados campos del Sueño y en esa pseudomística del Terror Incomprensible a los ojos de los hombres.
Quedo atrapado por lo que se intuye y no por lo que se ve, por ese mundo devastado por criaturas no comprensibles, que destruyen todo atisbo de razón humana.
El fanatismo nos convierte en animales asustados y regresamos a la era de las cavernas, a un tiempo pre-civilizado y quizá más sincero.
Los que matan, aunque sea por razones lógicas de supervivencia, mueren a su vez devorados por el Horror, pero no hay buenos ni malos, blanco y negro, no hay razones simples. Los monstruos no siempre están ahí, y la niebla acabará disipándose, aunque deje un rastro de sangre, muertos y víctimas. La triste condición humana autodestructiva.
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