
Aún le sigo dando vueltas a la muerte absurda, al vil e inútil asesinato en su casa de Nueva York de la actríz y directora Adrienne Shelly, antigua musa de Hal Hartley, y creadora de esta película, La Camarera. Es curioso que ella no pudiera escapar de la violencia masculina y machista que sus personajes femeninos esquivan y soslayan, más mal que bien, a lo largo de esta obra, que se ve bien, que entretiene, que interesa, aunque se exceda para mi gusto en la simpatía y en el positivismo, quizá irónico. Pero hace pensar de cómo somos los hombres, de cómo nos ven las mujeres y de cómo nos relacionamos con ellas. Es como una La vida es bella para mujeres que viven una vida muy limitada y poco esperanzadora en el medio oeste americano, que se refugian en sus tartas, en las confesiones entre amigas, en los rollos aventureros de poca monta porque no hay otra cosa, para escapar de existencias llenas de polvo. De como el cine ayuda y puede curar, cuando la vida se hace insoportable. Hay ramalazos de cine independiente, pero también de cine para todos los públicos.
Ah, y el gran tema, se me olvidaba, se nota por esto que soy hombre :
-La maternidad y el embarazo no deseado.
Pocas veces se habla en los medios de una forma no idealizada de la maternidad y de la relación de la mujer con este estado. Por eso es interesante y didáctica esta película, quizá más para los USA, tan puritanos ellos, que para Europa.
Lo que pasa es que para España o Italia, con cultura católica donde el aborto sigue sin ser aceptado del todo, algunos y algunas habrá que este tratamiento del embarazo no les guste demasiado. Es una pena que ya no podamos ver ninguna próxima película de esta directora.
Una grandísima pena.
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